martes, 30 de octubre de 2012

Greenpeace denuncia que la empresa responsable del vertido del golfo de México, BP, será la asesora de Pemex en la gestión de vertidos

La organización ecologista denuncia que la compañía mexicana Pemex, Petróleos Mexicanos, ha contratado hace dos días a la empresa británica British Petroleum (BP)

Enviado por: ECOticias.com / Red / Agencias, 30/10/2012, 11:33 h | (20) veces leída
En el décimo aniversario del Prestige, Greenpeace insiste en que las empresas responsables de las mareas negras no pagan por sus responsabilidades
La organización ecologista denuncia que la compañía mexicana Pemex, Petróleos Mexicanos, ha contratado hace dos días a la empresa británica British Petroleum (BP) como asesores técnicos sobre desastres y manejo de derrames en aguas profundas (1). La compañía BP es la empresa que ocasionó en 2010 en el golfo de México uno de los desastres ambientales más graves, tras la explosión en la plataforma Deepwater Horizon. Greenpeace incide en que el cambio de modelo enertético imprescindible para el planeta evitaría la dependencia actual del petróleo y los impactos de sus vertidos.

Greenpeace recuerda que Pemex anunció el 10 de agosto su intención de empezar a operar desde el Puerto Exterior de Punta Langosteira, en A Coruña,(2) donde prevé instalar una planta de mezcla de hidrocarburos. La organización ecologista también cree que hay que tener en cuenta que la ubicación de este Puerto Exterior es "la peor" de las posibles debido a las duras condiciones oceanográficas, según el Ministerio del Medio Ambiente.

“Han pasado diez años tras la marea negra del Prestige y por ella se construyó el Puerto exterior en A Coruña. Hoy vemos que el motivo no fue evitar catástrofes sino para que compañías petroleras como Pemex hagan negocio, asesoradas por los responsables de las mareas negras. Esta es la demostración de la perversión del negocio del petróleo”, ha declarado Raquel Montón responsable de energía en Greenpeace.

El 20 de abril de 2010, la explosión de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon causó la muerte de 11 personas y la fuga de casi cinco millones de barriles de crudo en la cuenca marítima del golfo de México durante más de tres meses. British Petroleum, la empresa responsable de la plataforma, realizó intentos infructuosos por sellar el pozo Macondo que estaba ocasionando un grave daño ambiental a la flora y fauna marina e impactando en las actividades pesqueras y turísticas.

A principios de 2011, la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) declaró un evento de mortalidad inusual (UME) para los cetáceos en el norte del golfo de México -desde febrero de 2010 hasta ahora-, debido a un fuerte aumento en el descubrimiento de varamientos de delfines mulares prematuros o nacidos muertos en la región. En ese año, hubo 356 varamientos de cetáceos (en comparación con un promedio histórico de 74). Muchos de estos animales tenían trazas visibles de crudo en sus cuerpos.

Dos años y medio después de ese vertido, las consecuencias persisten. Aún hay zonas cerradas a la pesca en Estados Unidos debido a que el crudo vertido por la fuga permanece visible en el fondo marino. Tal fue el impacto que en México, en los estados costeros de Tamaulipas, Veracruz y Yucatán, algunas organizaciones que congregan a más de 20.000 pescadores han denunciado a la empresa British Petroleum y exigen una indemnización debido a la baja en la producción pesquera a raíz del derrame.

En el caso de España, Greenpeace ha demostrado que, Energía 3.0, un modelo energético basado en la eficiencia, en la inteligencia y 100% renovable es técnicamente viable, y mucho más favorable desde el punto de vista económico, de impacto ambiental y de ocupación del territorio. Mediante la eficiencia, la demanda de energía se reduciría en 2050 en un 55% respecto a 2007 y en un 72% comparado con la perspectiva de seguir como hasta ahora. Ese modelo costaría en total un 91% menos de lo que costaría seguir con el sistema actual. El ahorro económico total desde hoy a 2050 sería de más de 200.000 millones de euros al año de media, diez veces más de lo que pierde España cada año por importar petróleo y derivados.

Nota:
1.- El pasado 23 de octubre, anunció el acuerdo de licencia de tecnología con British Petroleum en donde Pemex tendrá acceso para construir, operar y mantener un sistema de control de pozos en aguas profundas en el golfo de México de explotar pozos a tirantes mayores a 500 metros de profundidad. Para mayor información consultar el boletín de PEMEX.
http://www.greenpeace.org/ - ECOticias.com
2.-Vease en  El Almario de Suso:El puerto que costó más de mil millones de Euros...Febrero 2012.Entradas Antiguas del blog.

lunes, 8 de octubre de 2012

Hobsbawm, la última entrevista

El gran historiador recientemente fallecido en Londres concedía pocas entrevistas. Esta es la entrevista que L’Expresso consiguió hacerle el pasado mayo. En ella aborda los temas actuales de la crisis, el nuevo capitalismo y las enfermedades de la democracia. Traducido del italiano para Rebelión por Teresa Benítez.
La noticia de la muerte del capitalismo es por lo menos prematura, el sistema económico social que desde hace algunos siglos gobierna el mundo no está ni siquiera enfermo, y basta mirar a China para convencerse de ello y para leer el futuro. En Oriente, masas de campesinos están entrando al universo del trabajo asalariado, abandonan el mundo rural y se convierten en proletarios. Ha nacido un fenómeno nuevo, inédito en la historia: el capitalismo de Estado, donde la vieja burguesía intelectual, creativa y, si cabe, rapaz —como la describía Marx en el “Manifiesto Comunista”—, es sustituida por las instituciones públicas. En suma, esto no es el fin del mundo, y ninguna revolución está a la vuelta de la esquina, simplemente el capitalismo está mudando la piel.
Eric Hobsbawm desciende con una especie de montacargas por la empinada escalera de su casa de Highgate, en Londres, no muy lejos, precisamente, del lugar donde descansa su gran maestro e inspirador, Karl Marx. Ha sido sometido a una operación, y por eso camina con dificultad. Tiene 95 años, pero si el cuerpo muestra las marcas de la edad, la cabeza de este señor, considerado el máximo historiador contemporáneo, es la de un joven. Está escribiendo un ensayo sobre Tony Judt, un intelectual británico fallecido prematuramente, hace dos años. Habla en la BBC, está más activo que nunca. Y nunca ha dejado de ser marxista. Y, si para esta entrevista con L’Espresso , una de las poquísimas que ofrece, pidió que le mandasen las preguntas por email, y aunque comenzara según el esquema acordado, después de pocos minutos pasa a un acelerado y espontáneo diálogo con el interlocutor.
“Me pregunta si es posible el capitalismo sin crisis”, comienza. “No. A partir de Marx sabemos que el capitalismo funciona precisamente a través de crisis, y restructuraciones. El problema es que no podemos conocer la gravedad de la crisis actual porque aún estamos dentro de ella”.
¿La crisis actual es diferente de las anteriores?
Sí. Porque está ligada a un desplazamiento del centro de gravedad del planeta: desde los viejos países capitalistas hacia las naciones emergentes. Del Atlántico al Océano Índico y el Pacífico. Si en los años treinta todo el mundo estaba en crisis, a excepción de la URSS, hoy la situación es distinta. El impacto en Europa es diferente respecto de los países BRIC: Brasil, Rusia, India, China. Otra diferencia con el pasado es que, a pesar de la gravedad de la crisis, la economía mundial sigue creciendo. Aunque solo en las zonas que están fuera de lo que llamamos Occidente.
Cambiarán las relaciones de fuerza, ¿también las militares y políticas?
Por el momento, están cambiando las económicas. Las grandes acumulaciones de capital de inversión son hoy día las que pertenecen al Estado y a las empresas públicas en China. Y, de este modo, mientras en los países del viejo capitalismo el desafío es mantener los niveles de bienestar existentes —aunque yo creo que estas naciones se encuentran en un rápido declive—, para los nuevos países, los emergentes, el problema es cómo mantener el ritmo de crecimiento sin crear problemas sociales gigantescos. Está claro, por ejemplo, que China se ha dado a una especie de capitalismo en el que la presión de la marca occidental del Welfare , el Bienestar, es completamente inexistente. Ha sido sustituida en su lugar por la velocísima incorporación de las masas de campesinos al mundo del trabajo asalariado. Es un fenómeno que ha tenido efectos positivos. Queda la cuestión de si este mecanismo que puede funcionar a largo plazo.
Lo que está diciendo nos lleva a la cuestión del capitalismo de Estado. El capitalismo como lo hemos conocido significaba una apuesta personal, creatividad individualismo, capacidad de invención por parte de la burguesía. ¿Puede el Estado ser tan creativo?
Hace unas semanas, The Economist versaba sobre el capitalismo de Estado. En él se planteaba la tesis de que este sistema podría ser óptimo para la creación de las infraestructuras y en lo que respecta a las inversiones masivas, pero no tan conveniente en lo concerniente a la esfera de la creatividad. Pero hay más: no es seguro que el capitalismo pueda funcionar sin instituciones como el Bienestar. El Bienestar por norma es gestionado por el Estado. Por tanto, creo que el capitalismo de Estado tiene un gran futuro.
¿Y qué hay de la innovación?
La innovación está orientada al consumidor. Pero el capitalismo del siglo XXI no debe pensar necesariamente en el consumidor. Y por otro lado, el Estado funciona bien cuando se trata de la innovación en el ámbito militar. Además, el capitalismo de Estado no tiene la obligación de garantizar un crecimiento ilimitado, lo cual es una ventaja. Al decir esto, deducimos que el capitalismo de Estado significa el fin de la economía liberal como la hemos conocido en los últimos cuarenta años. Pero es la consecuencia de la derrota histórica de aquello que yo llamo “la teología del libre mercado”, la creencia, realmente religiosa, según la cual el mercado se regula por sí mismo y no precisa de ninguna intervención externa.
Durante generaciones la palabra capitalismo rimaba con libertad, democracia, con la idea de que los individuos forjan su propio destino.
¿Estamos seguros de eso? En mi opinión, no es en modo alguno evidente la asociación de los valores que acaba usted de mencionar con determinadas políticas. El capitalismo de mercado puro no está obligatoriamente vinculado a la democracia. El mercado no funciona como teorizaban los pensadores liberales: desde Hayek a Friedmann. Lo hemos simplificado demasiado.
¿A qué se refiere?
Hace algún tiempo escribí que hemos vivido con la idea de dos vías alternativas: el capitalismo de aquí y el socialismo de allá. Pero esa es una idea estrambótica. Marx nunca la tuvo. Por el contrario, él explicaba que este sistema, el capitalismo, un día quedaría superado. Si observamos la realidad, Estados Unidos, Holanda, Reino Unido, Suiza, Japón, podemos llegar a la conclusión de que no se trata de un sistema único y coherente. Hay muchas variantes del capitalismo.
Sin embargo, los financieros prevalecen. Hay quien dice que el capitalismo podría existir sin la burguesía. ¿Cree que es acertado?
Ha emergido con fuerza una élite global compuesta por personas que lo deciden todo en el campo de la economía y que se conocen entre ellos y trabajan juntos. Pero la burguesía no ha desaparecido: existe en Alemania, quizás en Italia, menos en Estados Unidos y Reino Unido. No obstante, ha cambiado el modo en que se accede a formar parte de ella.
¿Es decir?
La información es hoy día un factor de producción.
Eso no es nada nuevo. Los Rothschild se hicieron ricos porque fueron los primeros en enterarse de la derrota de Napoleón en Waterloo, lo que les permitió desbancar la Bolsa…
Yo lo veo de otro modo. Hoy haces dinero porque controlas la información. Y este es un argumento fuerte en manos de los reaccionarios que proponen combatir a las élites educadas. Las personas que leen y que tienen una avanzada formación universitaria son las que consiguen los empleos más lucrativos. A la gente bien formada se le identifica con los ricos, con los explotadores, y eso es un verdadero problema político.
Hoy se hace dinero sin producir bienes materiales, con derivados, especulando en Bolsa.
Pero se sigue haciendo dinero también, y sobre todo, produciendo bienes materiales. Solo ha cambiado el modo en que se produce aquello que Marx llamaba el valor añadido (la parte del trabajo del obrero de la que se adueña el propietario [ Nota del redactor] ). Hoy este valor añadido ya no lo producen los trabajadores, sino los consumidores. Cuando compra un billete de avión online , usted con su trabajo gratuito, está pagando por la automatización del servicio. Por tanto, es usted el que crea la plusvalía que genera el beneficio de los propietarios. Esto es una consecuencia característica de la sociedad digitalizada.
¿Quién es hoy el propietario? En cierto tiempo existió la lucha de clases.
El viejo proletariado ha seguido un proceso de externalización; de los antiguos países hacia los nuevos. Es allí donde debería darse la lucha de clases. Pero los chinos no saben qué es eso. Hablando en serio, quizás tengan lucha de clases, pero todavía no la hemos visto. Y añado: las finanzas son una condición necesaria para que el capitalismo camine hacia adelante, pero no indispensable. No se puede decir que el motor que mueve a China sea solo el afán de lucro.
Es una tesis sorprendente, ¿puede explicarla?
El mecanismo que está detrás de la economía china es el deseo de restaurar la grandeza de una cultura y de una civilización. Es lo contrario a lo que sucede en Francia. El mayor éxito francés de las últimas décadas ha sido Astérix. Y no es casualidad. Astérix es el retorno al remoto poblado celta que resiste al asalto del resto del mundo, un poblado que pierde pero que sobrevive. Los franceses están perdiendo, y lo saben.
Mientras tanto, en Occidente tenemos a los bancos centrales que nos dicen qué tenemos que hacer. Se habla de cuentas, de números, pero no de los deseos de los humanos, y de su futuro. ¿Se puede avanzar así?
A largo plazo no. Pero estoy convencido de que el verdadero problema es otro: la asimetría de la globalización. Algunas cosas están globalizadas, otras súper globalizadas, y otras no han sido globalizadas. Y una de las cosas que no lo ha sido es la política. Las instituciones que deciden sobre política son los Estados territoriales. Por tanto, queda abierta la cuestión de cómo tratar problemas globales sin un Estado global, sin una unidad global. Y eso afecta no solo a la economía, sino también al mayor desafío actual, el medio ambiente. Uno de los aspectos de nuestra vida que Marx no supo ver es el agotamiento de los recursos naturales. Y no me refiero al oro o al petróleo. Pongamos como ejemplo el agua. Si los chinos tuvieran que usar la mitad del agua per cápita utilizada por los estadounidenses, no habría agua suficiente en el mundo. Se trata de desafíos en los que las soluciones locales son inútiles, salvo desde el punto de vista simbólico.
¿Hay alguna solución?
Sí, siempre que se comprenda que la economía no es un fin en sí misma, sino que forma parte de la vida de los seres humanos. Esto se percibe observando la trayectoria de la crisis actual. Según las creencias anticuadas de la izquierda, la crisis debería generar revoluciones. Pero estas no se ven (exceptuando las protestas de los indignados). Y, puesto que no sabemos tampoco cuáles son los problemas que van a surgir, no podemos siquiera saber cuáles serán las soluciones.
¿Puede hacer al menos algunas previsiones?
Es extremadamente poco probable que China llegue a ser una democracia parlamentaria. Es poco probable que los militares pierdan todo el poder en la mayoría de los Estados islámicos.
Usted ha defendido la necesidad de llegar a una especie de economía mixta, entre lo público y lo privado.
Vuelva la vista atrás a la historia. La URSS intentó eliminar el sector privado. Y resultó ser un sonoro fracaso. Por otro lado, la tentativa ultraliberal también ha fallado miserablemente. Por tanto, la cuestión no es cómo será la combinación de lo público con lo privado, sino cuál es el objeto de esta combinación. O mejor, cuál es su objetivo. Y el objetivo no puede ser simplemente el crecimiento de la economía. No es cierto que el bienestar esté ligado al aumento del producto total mundial.
¿El objetivo de la economía es la felicidad?
Ciertamente.
Sin embargo, las desigualdades siguen creciendo.
Y están destinadas a aumentar aún más; con seguridad aumentarán dentro de los Estados, y probablemente entre unos países y otros. No tenemos ninguna obligación moral de intentar construir una sociedad más igualitaria. Un país donde hay más equidad es probablemente un país mejor, pero no está en absoluto claro el grado de igualdad que una nación es capaz de mantener.
¿Qué queda de Marx? Usted, a lo largo de toda esta conversación, no ha hablado ni de socialismo, ni de comunismo...
El hecho es que ni siquiera Marx habló mucho de socialismo ni de comunismo, pero tampoco de capitalismo. Escribía sobre la sociedad burguesa. Permanece su visión, su análisis de la sociedad. Queda la comprensión del hecho de que el capitalismo funciona generando crisis. Y por otro lado, Marx hizo algunas previsiones acertadas a medio plazo. La principal: que los trabajadores deben organizarse como partido de clase.
En Occidente se habla cada vez menos de política y cada vez más de técnica. ¿Por qué?
Porque la izquierda ya no tiene nada más que decir, no tiene un programa para proponer. Lo que queda de ella representa los intereses de la clase media formada, y claramente no están en el centro de la sociedad.

* Wlodek Goldkorn, periodista y escritor polaco afincado en Florencia desde 1968. Actualmente, es el jefe de cultura de "L’Expresso". En los años 80 fundó y dirigió las publicaciones sobre Europa Central y del Este "L’ottavo giorno" y "L’Europa ritrovata."

http://espresso.repubblica.it/dettaglio/hobsbawm-lultima-intervista/2192093/9/0

martes, 2 de octubre de 2012

Cómo cambiar el mundo a partir de Karl Marx. (Eric Hobsbawm). Un artículo muy interesante de J.L Cutello








 
Una película de terror recorre el mundo y todos, en mayor o menor medida, estamos obligados a verla.
Escena Uno: Grecia y Portugal enfrentan graves problemas de déficit fiscal y los bonos de su deuda soberana están calificados con el estatus “basura”, según nos informan en estos días las calificadoras de riesgo. Ambos Estados están en proceso de rescate por parte de la Unión Europea (UE) e, incluso, los analistas ponen en duda que puedan sostenerse a mediano plazo en “Zona Euro” porque su solvencia dista tanto de Alemania, Gran Bretaña o Francia, como la Argentina de China. Tanto los liberales cuanto los socialdemócratas de esos países europeos “periféricos” rechazan los ajustes presupuestarios que impulsan sus gobiernos y las calles son, al menos una vez por semana, escenario de violentas protestas por parte del eslabón más débil de la cadena productiva, los asalariados.
Escena Dos: El Fondo Monetario Internacional (FMI) asegura que los Estados Unidos (¡Sí, la primera potencia económica mundial, aunque sea por un rato más!) no cuenta con un plan creíble para reducir su déficit presupuestario en el mediano plazo. El economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, advierte que el acuerdo entre demócratas y republicanos para recortar el déficit fiscal en 39.000 millones de dólares resultará “insuficiente” y enfatiza que el discurso económico del presidente Barack Obama es el correcto, pero no se traduce en “medidas concretas”. En esa sintonía, la agencia “Standard & Poor´s” le coloca un “negativo” a la perspectiva de la economía estadounidense porque su administración carece de un plan “concreto y ambicioso” para reducir la insolvencia fiscal.
Escena Tres: Los balances públicos de la “Zona Euro” se tiñen de rojo y no precisamente porque el comunismo haya triunfado en el Viejo Continente. Hasta que el número de socios de la UE se elevó a 27, 12 de los 16 antiguos miembros de la moneda común (es decir, el 75 por ciento) registraban déficit. De esos 12, al menos cinco (31 por ciento) violan el límite de estabilidad impuesto por el Banco Europeo, que es del 3 por ciento del PBI, desde hace tres años: Irlanda, con 7,1% promedio; Grecia, con 5%; Malta, con 4,7%; España, con 3,8%; y Francia, con 3,4%. Los analistas económicos advierten, en consonancia, que el déficit se triplicó en la “Zona Euro” desde 2008, mientras la deuda pública pasó del 66 por ciento al 69,3 del PBI europeo. Apenas siete países tienen superávit en sus cuentas: Finlandia (4,2% del PBI), Dinamarca (3,6), Luxemburgo (2,6), Suecia (2,5) Bulgaria (1,5), Holanda (1) y Chipre (0,9). La primera economía de la UE, Alemania, consiguió reducir su déficit a 0,1%.
Escena Cuatro: El gobierno irlandés aplicó un fuerte aumento impositivo para recortar su desequilibrio presupuestario y derrumbó su paradigma de “Estado de Bienestar”. La deuda pública de Gran Bretaña trepó al 50,9% de PBI, el porcentaje más alto desde 1976, con 835.900 millones de euros. Los conservadores tienen una sola respuesta: recortes en salud, educación y seguro de desempleo.
Escena Cinco: El Banco de Inglaterra debió otorgarle un préstamo de urgencia al hipotecario “Northern Rock Bank” por problemas de liquidez. En España, donde la burbuja inmobiliaria fue parte fundamental del crecimiento durante los primeros años del siglo XXI, el intercambio bancario está “congelado” y hay entidades con problemas de liquidez que aceptaron programas de facilidades del Banco Central Europeo. El desempleo se elevó a más del 20 por ciento. El propio Blanchard explica que hasta que estalló la burbuja de las hipotecas (ver recuadro “La burbuja”), los bancos creían tener una fórmula para estabilizar la inflación mediante el manejo de tasas de interés, pero desde entonces, “la crisis hizo saltar por los aires ese modelo”.
Escena Seis: La implosión de la burbuja provoca una crisis colosal en el sistema capitalista basada en la iliquidez financiera. Las bolsas se desploman, los bancos de los Estados Unidos y Francia piden ser rescatados, las empresas industriales disminuyen su producción y el desempleo crece en términos exponenciales en el mundo desarrollado. Aparece, en el último fotograma del film, un actor inesperado, el “hijo bobo”, el hijo que el neoliberalismo había encerrado en la buhardilla y no quería mostrar porque arruinaba los finales felices: El Estado. El día en que Obama decidió nacionalizar los bancos en quiebra, el libre mercado quedó herido de gravedad.
Un fantasma recorre el mundo. La película no tiene moraleja, pero deja abiertos varios interrogantes. Por caso, ¿qué hacen en medio de la hecatombe los verdaderos ricos, los que nunca serían ministros de Economía de sus países porque están ocupados amasando sus propias fortunas? Para ponerle un nombre, ¿qué hace alguien como George Soros?
Se lo contamos: el magnate de origen húngaro vuela en su jet hasta el aeropuerto de Heathrow, en Londres, viaja en su limusina hasta la zona Norte de la ciudad, precisamente hacia el barrio de Hampstead Heath, y se sienta en el estudio del nonagenario historiador Eric Hobsbawm para rogarle que le explique el pensamiento económico y social de un filósofo alemán que desde hace un siglo y medio es un enigma para muchos capitalistas del planeta, el autor de “Das Kapital”. ¿Por qué las pocas decenas de hombres como Soros, tan devotos de Adam Smith y David Ricardo, se interesarían por las ideas de un hombre cuyos pares calificaron despectivamente como “El diablo”? El propio Hobsbawm, quizás el pensador marxista más importante de la segunda mitad del Siglo XX, contó en una entrevista con el diario británico “The Guardian” que si bien no coincidieron ideológicamente en casi nada, Soros le admitió que “el tipo tenía algo”.
El “tipo” es Karl Heinrich Marx Pressburg, un alemán de familia judía nacido el 5 de marzo de 1818 y fallecido en Londres el 14 de marzo de 1883. No sólo es célebre como el inspirador de la Internacional Socialista (a través de “Das manifest der Kommunistischen Partei”) sino también el pensador materialista más importante de la historia. Su originalidad reside, según dicen todos los especialistas -aun los detractores más acérrimos del comunismo-, en fundar una perspectiva nueva para la sociología desde una lectura económica de la realidad, y una perspectiva nueva para la economía desde una lectura sociológica.
Quien haya leído “El Capital”, y superado sus escollos técnicos, podrá advertir que el padre del “socialismo científico” describe a mediados del siglo XIX el potencial universalizador del capitalismo. Es decir, mientras muchos sociólogos creen haber inventado la pólvora con la palabra “globalización”, él había predicho que la mundialización no sólo abarcaría la economía, sino también el arte, el pensamiento filosófico y el gusto de la humanidad (la moda, para decirlo en otros términos). Así lo certifica Hobsbawm: “El mundo capitalista que emergió en los años ’90 era increíblemente semejante al mundo anticipado por Marx”.
Un lugar llamado Hampstead Heath. En ese barrio, donde vive ahora el historiador, Marx solía recitar a Johann Schiller mientras hacía camping con su familia. Al fin y al cabo era un hijo del iluminismo y un discípulo de Hegel. También en ese barrio, precisamente en Parliament Hill, “El diablo” caminaba junto a su amigo Friedrich Engels, con quien charlaba acerca de la Comuna de París, la Internacional y, claro está, la escritura de “Das Kapital”.
La crisis que sufre la economía mundial desde 2007, más evidente en los países desarrollados, colocó otra vez en el centro del debate sus ideas como no sucedía desde el desmoronamiento del comunismo en la Unión Soviética. En octubre de 2008, el diario “The Times” de Londres publicó un artículo titulado “Marx is back!” (¡Marx volvió!) y una crítica a la nacionalización de los bancos. Manifestantes republicanos que rechazaban el rescate financiero del gobierno norteamericano esgrimían carteles que decían “Obama = Marx, Lenin y Trotsky”. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, se hizo sacar una foto con un ejemplar de “Das Kapital” en sus manos. El papa Benedicto XVI afirmó sin ponerse rojo que Marx poseía una “fuerte habilidad analítica”. Como resultado, las ventas de sus libros aumentaron en todo el mundo, sobre todo en Alemania, donde “El Capital” alcanzó los primeros puestos del ranking de best sellers. En las universidades europeas, su reducto por naturaleza, los seminarios y los encuentros de especialistas sobre la obra de Marx se multiplicaron en los últimos tres años.
Cómo cambiar el mundo. A raíz de esta vindicación, Hobsbawm reunió sus ensayos sobre marxismo en un volumen que, dada su capacidad analítica, de seguro pondrá algo de claridad en las confundidas mentes de los “libremercadistas”. Los mismos que, no bien se puso fea la cosa, le pidieron a sus Estados que nacionalizaran las pérdidas. “How to Change the World. Tales of Marx and Marxism” (Cómo cambiar el mundo. Historias sobre Marx y el marxismo), el libro en cuestión, explica esas predicciones acerca del mundo moderno, las ondulaciones cíclicas del capitalismo, la teoría de la expansión y la contracción económica, y la forma que tiene el Estado para planificar y dirigir el desarrollo evitando los estallidos.
La deformación patológica del capitalismo a partir de los años ’70, con una economía puramente de mercado y la desaparición de los controles gubernamentales fue, paradójicamente, el punto de partida de esa rehabilitación, entiende el historiador: “Si ‘Financial Times’ titula ‘Capitalismo en convulsión’ no puede haber dudas que Marx está de vuelta”. Sin embargo, no hay una visión apocalíptica en esta película de terror. Más bien, hay una señal esperanzadora para la humanidad, según piensa Hobsbawm, porque “si un pensador dejó una marca indeleble en el siglo XX, ese fue Marx”. Por eso subraya la performance de China en la crisis, una Nación que demostró tener “una capacidad de reacción mucho más alta que la media”. Si bien su economía fue insertada hace años en “el mercado”, aquel Estado omnipresente, construido sobre las bases del socialismo, sostiene con firmeza una estructura económica que se convertirá en breve en la primera potencia mundial.
Esta es, precisamente, una de las causas que llevan a este hombre de 94 años a expresar una ilusión con la que estamos a punto de coincidir: “Todavía sigue pareciéndole plausible el reemplazo del sistema capitalista”.
http://www.gacetamercantil.com.ar/notas/6368/eric-hobsbawm-o-cómo-cambiar-mundo-partir-karl-marx.html