¡Un niño nos ha nacido
un niño se nos ha dado!
Vamos, pastores, vamos,
vamos a Belén,
a adorar, etcétera…
Para algo nace
el niño.
Por algo lo hace.
No se alza porque sí
el vientre, la purísima clausura,
de una Niña de Niñas (¡Virgo Virginum!)
Si viene a traer la paz y no la guerra,
no sé a qué venga.
Por más dulce que sea la llegada
de los bebés, y ofrecerlos,
¡por el amor de Dios! si no ha de cambiar todo
esto, no sé a qué vienen,
y sí sé
que vienen a engrosarlo no a cambiarlo.
Si Él no ha venido -espada
en mano- contra el sabor a hierro,
el regusto a cobre de no haber
sembrado sino desparramado,de haber sido gastado
por la existencia sin gastarla,
de haber sido usado sin usar,
si Él no viene a quitar
de una vez por todas
ese resabio a cobre de las bocas,
no sé a qué viene.
Vamos, pastores, vamos,
vamos a Belén,
a adorar, etcétera…
Porque hemos entendido bastante
bien el sentido oculto (la segunda
intención) de lo blanco, de
lo blancuzco y sus relaciones
con la lepra y el sello del pecado
casi como en el Éxodo y en el Levítico es entendido
(”… y he aquí que estaba leprosa, como la nieve”)
-pero sin poder remediarlo-
(la manchada rutina, el empaste blanque
-cino y la abominable pereza del color: años
centurias eras para que el gris se arrastre
un poco hacia el verde-zinc)
-pero sin poder combatirlo-
creo, entonces, que a eso
viene y que si no viene a eso no sé a que viene.
Vamos, pastores, vamos
,vamos a Belén,
a adorar, etcétera…
El zapatón que taconea con estrépito
no ha sido silenciado
los prójimos unos contra otros se aguzan
como cuchillos chas-chas-chas.
Se oye el encierro, el din-don monótono
el cencerro de los adúlteros
guisando al rojo y cenando frío
y el ruido de hojas secas de la ropa humana….
Si Él no viene a acabar
con ese chas-chas-chas y el frou-frou
de la hojarasca y el din-don y el ¡tac
tac! de la bota y toda
nuestra cacofonía,
no sabré que ha venido cuando venga.
No tendré la menor idea.
Vamos, pastores, vamos,
vamos a Belén,
a adorar, etcétera…
Aquí están todos los hijos, madres.
Recién nacidos, puros como la nieve.
Son la sal de la tierra. El libre
vuelo de vuestro ser.
Oídlos ahora, parlotear.
Miradlos marchitarse
y adiestrarse -agibílibus- y mancharse.
Hinchándose codiciosos,
empobreciéndose de oro. Poco
de todo aquel libre vuelo del ser, madres.
Y poco qué hacer desde vuestro lecho
contra esta ola en torno de una cuna.
Poco desde vuestro rezo,
desde vuestro sueño, desde vuestro puesto.
Sólo hay la nieve afuera amontonada
Como la sal que se ha vuelto insípida
y es tirada y pisada.
Sólo la nieve sucia, el sello blanco
de la lepra y la sal desalada.
Vamos, pastores, vamos
vamos a Belén,
a adorar, etcétera…
carlos martinez rivas.nicaragua
un niño se nos ha dado!
Vamos, pastores, vamos,
vamos a Belén,
a adorar, etcétera…
Para algo nace
el niño.
Por algo lo hace.
No se alza porque sí
el vientre, la purísima clausura,
de una Niña de Niñas (¡Virgo Virginum!)
Si viene a traer la paz y no la guerra,
no sé a qué venga.
Por más dulce que sea la llegada
de los bebés, y ofrecerlos,
¡por el amor de Dios! si no ha de cambiar todo
esto, no sé a qué vienen,
y sí sé
que vienen a engrosarlo no a cambiarlo.
Si Él no ha venido -espada
en mano- contra el sabor a hierro,
el regusto a cobre de no haber
sembrado sino desparramado,de haber sido gastado
por la existencia sin gastarla,
de haber sido usado sin usar,
si Él no viene a quitar
de una vez por todas
ese resabio a cobre de las bocas,
no sé a qué viene.
Vamos, pastores, vamos,
vamos a Belén,
a adorar, etcétera…
Porque hemos entendido bastante
bien el sentido oculto (la segunda
intención) de lo blanco, de
lo blancuzco y sus relaciones
con la lepra y el sello del pecado
casi como en el Éxodo y en el Levítico es entendido
(”… y he aquí que estaba leprosa, como la nieve”)
-pero sin poder remediarlo-
(la manchada rutina, el empaste blanque
-cino y la abominable pereza del color: años
centurias eras para que el gris se arrastre
un poco hacia el verde-zinc)
-pero sin poder combatirlo-
creo, entonces, que a eso
viene y que si no viene a eso no sé a que viene.
Vamos, pastores, vamos
,vamos a Belén,
a adorar, etcétera…
El zapatón que taconea con estrépito
no ha sido silenciado
los prójimos unos contra otros se aguzan
como cuchillos chas-chas-chas.
Se oye el encierro, el din-don monótono
el cencerro de los adúlteros
guisando al rojo y cenando frío
y el ruido de hojas secas de la ropa humana….
Si Él no viene a acabar
con ese chas-chas-chas y el frou-frou
de la hojarasca y el din-don y el ¡tac
tac! de la bota y toda
nuestra cacofonía,
no sabré que ha venido cuando venga.
No tendré la menor idea.
Vamos, pastores, vamos,
vamos a Belén,
a adorar, etcétera…
Aquí están todos los hijos, madres.
Recién nacidos, puros como la nieve.
Son la sal de la tierra. El libre
vuelo de vuestro ser.
Oídlos ahora, parlotear.
Miradlos marchitarse
y adiestrarse -agibílibus- y mancharse.
Hinchándose codiciosos,
empobreciéndose de oro. Poco
de todo aquel libre vuelo del ser, madres.
Y poco qué hacer desde vuestro lecho
contra esta ola en torno de una cuna.
Poco desde vuestro rezo,
desde vuestro sueño, desde vuestro puesto.
Sólo hay la nieve afuera amontonada
Como la sal que se ha vuelto insípida
y es tirada y pisada.
Sólo la nieve sucia, el sello blanco
de la lepra y la sal desalada.
Vamos, pastores, vamos
vamos a Belén,
a adorar, etcétera…
carlos martinez rivas.nicaragua