Lo que no era sino una línea de
crédito concedida a la banca sin condicionalidad alguna y que permitió al
presidente Rajoy marcharse a Polonia a ver un partido de fútbol con el
sentimiento de leal servidor de la patria a la misma altura a la que volaba el
avión presidencial se reveló ayer como una mentira del tamaño de su
desvergüenza.
Si España llevaba aplicando un plan de ajuste por fases perfectamente
asimilable a los planes de rescate de la Troika desde que Merkozy y
Trichet le leyeron la cartilla a Zapatero y volvió demudado y dispuesto a hacer
cuantas reformas le dictaran, lo que ocurrió ayer en el Congreso de los
Diputados es un acto más de esa tragedia.
El presidente que ganó unas elecciones sin programa está haciendo ahora lo
mismo que reprochaba a Zapatero y lo contrario de lo que decía que había que
hacer mientras estaba en la oposición.
¿Que
cómo se iba a subir el IVA a “los chuches”? Pues toma, chavalín, sólo
tres puntitos de nada.
¿Que cómo se iba a hacer caer el peso del ajuste sobre los desempleados,
máxime cuando uno
de cada tres ya ha agotado sus prestaciones, según los datos de paro registrado,
o uno de cada dos, según los datos de la EPA? Pues toma, rebaja de
prestaciones y a correr para Alemania, Pepe, que aquí, como a Armada, ni hay
trabajo ni se le espera.
¿Que cómo se atreven a
eliminar la deducción por adquisición de vivienda cuando hay casi un millón
de nueva construcción sin vender? Pues nada, primero la recupera y a los cinco
meses la desmantela y aquí no ha pasado nada. ¿Deducción? ¿qué deducción? A mí
que me registren.
¿Que cómo
se iba a elevar la edad de jubilación a los 67 años cuando lo que había que
hacer era conseguir que fuera efectivamente a los 65 años? Pues tranquilo,
que reformo la reforma a la que me opuse para que se haga aquello a lo que me
negaba y que decía que nunca haría.
¿Que desde una rueda de prensa en Seúl digo que lo
que España necesita es consumo e inversión y niego que vaya a bajar los sueldos
de los funcionarios porque no se puede tocar nada que pueda afectar a la
demanda? Pues no sólo les aumento la jornada laboral, previa congelación del
salario, sino que ahora les suprimo la paga extra de Navidad que ya se sabe lo
gastosa que se pone la gente en esas fechas.
¿Qué la propuesta de hacer una
amnistía fiscal es “impresentable”, “injusta” y “antisocial”, como efectivamente
lo es? Pues, total, tampoco es para ponerse así porque, aunque esperaba que
se recaudaran 25.000 millones de euros, ya sé de antemano que ningún defraudador
con dos dedos de frente va a pagar un impuesto del 10% cuando puede seguir
manteniéndolo oculto tan ricamente y, por lo tanto, la medida no es que sea
antisocial es que es inútil como ella sola.
Y así, suma y sigue, sin que puedan olvidarse los recortes en educación o
sanidad, el copago farmacéutico o la reforma laboral. De todos ellos se renegó
en la oposición -¡qué barato salía!- y a todos ellos se ha recurrido en el
gobierno dando cuerpo a una nueva definición de la política como el arte de
hacer lo contrario de lo que se dice sin alterar el rictus e invocando el
sentido de la responsabilidad ajena.
En cualquier caso, lo que todo esto viene a poner de manifiesto es algo que
se diluye en el ruido mediático sobre las medidas concretas mientras que se deja
pasar de largo el sentido del paquete en su conjunto. Si examinamos el paquete y
lo agregamos a los que se vienen aplicando a "pildorazos" desde 2010 por el
gobierno de Zapatero, la conclusión no deja lugar a dudas: España ha sido
“rescatada” por Europa, habiéndose concretado en esta última reunión del
Eurogrupo su intervención efectiva, fijándose las medidas que se deben aplicar
por títere interpuesto –léase Rajoy- y condicionando lo que se vendió como una
línea de crédito a la banca sin condicionalidad a que sean los ciudadanos los
que asuman el coste de dicho rescate.
No crean otra cosa, no se dejen engañar por juegos de logomaquia: España está
intervenida y lo peor es que es normal que así sea porque somos un país en
quiebra que no es que se encuentre ya al borde del abismo sino que está en una
caída libre que se acelerará un poco más tras las medidas aprobadas ayer.
Y es que un país con una deuda que, según datos del Banco de España, a
finales de 2011 era ligeramente superior al 400% del PIB, de la cual un 325% era
deuda del sector privado (familias, empresas financieras y empresas no
financieras), es un país quebrado por culpa de dicho sector y que se enfrenta a
un "trilema" complejo frente al que no caben huidas hacia adelante.
La primera opción es aquélla de la que nadie quiere hablar salvo,
paradójicamente, los finlandeses: la salida del euro. Sí, han leído bien, España
debe plantearse su permanencia en el euro, ya sea como estrategia de negociación
ya sea como posibilidad real. ¿Que generaría un recorte muy agudo en las
condiciones de vida de los ciudadanos de este país? Sin duda. Pero es que los
términos de elección actuales no son entre un bien y un mal, sino entre dos
males: uno intenso y corto en el tiempo si sale del euro, pero que ofrece
perspectivas positivas a medio plazo por la vía de recuperación de la soberanía
sobre los instrumentos de la política económica; y otro largo y sin visos de
finalización a medio o largo plazo si se permanece en el euro porque esto sólo
podrá lograrse a costa de recortes en el bienestar ciudadano hasta niveles de
empobrecimiento de la población y polarización social propios de países en vías
de desarrollo.
La segunda es permanecer en el euro asumiendo su arquitectura actual y el
sentido de las reformas que se están produciendo en la misma y que, como el
Pacto Fiscal Europeo, reducen aún más los márgenes de maniobra de los Estados
miembros e imponen la austeridad como única política fiscal posible ad
infinitum. En ese marco y con los niveles de deuda de la economía española
señalados, nos enfrentamos a una recesión que puede alargarse fácilmente 20 años
que es, por término medio, lo que duran los procesos de desapalancamiento de las
economías que se encuentran en un proceso de recesión de balances como en el que
se encuentra la economía española.
Y la tercera opción sería hacer frente a nuestra realidad, una deuda privada
impagable, y tirar de las recomendaciones que el Fondo Monetario Internacional
realizaba en su
último informe bianual sobre “Perspectivas de la Economía Mundial”, esto es,
acometer un proceso de quita de la deuda privada. Sí, en efecto, han leído bien.
Es el propio Fondo Monetario Internacional, templo de la ortodoxia económica, el
que está planteado que la única solución para economías como la española, con
ese nivel de apalancamiento privado y en un contexto de caída del precio de las
garantías que sirvieron de colateral, es proceder a una reestructuración
ordenada de la deuda, que necesariamente debe implicar quitas y que esté
orientado a reequilibrar el servicio de la deuda con la capacidad de pago de los
deudores. Evidentemente, ello debe hacerse a costa de los acreedores,
principales beneficiarios durante los años de bonanza del “milagro” español,
incluidos los bancos alemanes. A ver quién le pone ahora el cascabel al
gato.
Con independencia de cuál pueda ser mi opción preferida, todo parece indicar
que será la segunda la opción elegida y, por lo tanto, lo de ayer en el Congreso
constituye un acto más de este sainete en el que se hace lo contrario de lo que
se dice, se recurre al eufemismo para ocultar lo evidente y se vende el país a
precio de saldo mientras se espera el momento en el que se decrete, formalmente,
que el Reino de España se convierte, por obra y gracia de Merkel y la
austeridad, en Protectorado alemán.
Alberto Montero Soler (alberto.montero@uma.es
) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga. Puedes leer
otros textos suyos en el blog “La Otra
Economía”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del
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