lunes, 11 de mayo de 2009

LOS FUSILAMIENTOS


En aquella ocasión pintaste un grito,

un grito levantándose desde el profundo abismo

hasta tu mano diestra estremecida.


Esa camisa blanca,desgarrada,

esas manos que crecen en la sombra.

ese farol luciérnaga horrorosa

que bebe carmesíes en la tierra,

ese hombre que gime


con atónitos ojos deslumbrados

por la mirada última del mundo

o el otro ya caído que se abraza a la tierra

como con ansia de nacer de nuevo,

y esa fría muralla inexpugnable

de violentas espaldas obstinadas

forman el grito inolvidable,inmenso,

que del odio subió a tu mano diestra.


Después de haberlo visto

nada lo arrancará de la memoria.

Ni los claros de luna,

ni la rosada y virgen luz del alba.

ni primavera en flor,ni lento otoño,

ni árbol ni mar,ni pájaro ni rosa

ni ojos azules en amor mirados

pueden borrar la imagen de esos cuerpos

calmando su profunda sed de visa

en los regueros rojos que de dentro les nacen.


Nada podrá librar al mundo de esa angustia,

de esa agonía lenta de los hombres

en rebeldía inútil

contra el destino del seguro paso,

que inevitable rítmica andadura

acortando las horas,acercándose.


No sé si con zarpazos o temblores

quedó inscrito en tu cuadro este mensaje

que yo digo en palabras llanamente:


"Pasad de largo,si pasad de largo.

No miréis esos muertos

cuyos labios inmóviles os gritan su desprecio.

La vida es vuestra prisa,

vuestro pequeño mundo donde todas las cosas tienen su sitio fijo".


La muerte que aquí alienta

no es esa esbelta dama que conoce

la familiar tibieza de las sábanas.

Esta es la muerte vil de los caminos

cuyos pasos se acercan uno a uno,

hembra mala de noches sin aurora,

nodriza del espanto

hija y madre del crimen.


No la miréis.Para descanso vuestro

he pintado la fina alegoría

de las verdes praderas en declive

donde el amor acampa y el donaire.

A vuestros ojos fáciles he dejado primores,

milagrosas cinturas,tornasoladas tardes

de un arrebol igual que las mejillas

de la muchacha dulcemente amada.

Cómplice malicioso de la risa

he pintado el vacío de unos rostros

que las monedas de oro hermoseaban.

Llevad allí vuestra mirada húmeda.


Aquí sólo deseo que se fijen

los ojos habituados a la muerte:

miradas secas de horizontes anchos

como las tierras de mi nacimiento.


Quiero que me comprendan

los que cuentan el tiempo por latidos

y han pasado despiertos sin temores,

el confín turbio de las pesadillas.


Habitantes de agónicos trasmundos

donde el sueño y la vida se confunden.

ellos son mis hermanos,para ellos

va escrito mi mensaje en este cuadro.


Luz sonreída,Goya,amarga luz (1972)

ILDEFONSO-MANUEL GIL