Ecologistas en Acción alerta que la tragedia de los incendios en nuestros bosques, además de la evidente pérdida dramática por el fallecimiento de personas, va mucho más allá de la destrucción de árboles. Los bosques, recuerda la organización ecologista, ofrecen una variedad muy grande de servicios útiles para las personas y desempeñan múltiples funciones ecológicas que son imposibles de cuantificar económicamente.
Por un lado, es evidente que los fuegos provocan una pérdida económica directa para los propietarios del monte, también para la población cuyas propiedades (casas, pastos, infraestructuras agrícolas, etc.) son devorados por las llamas. Pero el efecto económico es muy superior si se tienen en cuenta algunos de los servicios del bosque que son cuantificables. Leña, setas, frutos silvestres, corcho, resina, caza o pesca son algunos de los productos obtenidos directamente de los ecosistemas forestales.
Pero la economía de muchas comarcas también depende del turismo vinculado a la naturaleza, así que un incendio que destruya un paisaje también puede arruinar económicamente pueblos enteros por el descenso del turismo. Podría ser el caso de las poblaciones situadas alrededor de los parques nacionales. Así, las llamas quemaron este verano 426 hectáreas en Doñana, 300 en Cabañeros y 900 en Garajonay, de las cuales 100 de bosque maduro insustituible.
Asimismo, por otro lado, otros servicios que se pierden con los incendios, y que repercuten directamente en factores económicos, son la formación y captación de humedad que ayuda a generar lluvias, favorece la depuración del aire y la generación de oxígeno, la formación y mantenimiento de suelo fértil, etc.
Pero los bosques son mucho más que servicios económicamente valiosos para la sociedad. Son ecosistemas complejos que desarrollan funciones fundamentales aunque no tengan un valor de mercado: regulación climática, fotosíntesis, hogar y alimento para cientos de especies, además de mejorar la calidad de vida da la población de su alrededor, o permitir lugares para el esparcimiento, el ocio y el deporte sano.
Por tanto, cuando se quema un bosque, se pierde mucho más que lo que se ve a primera vista: los árboles.
Teniendo en cuenta la complejidad y multifacetismo de los bosques, las soluciones a los incendios basadas en la "limpieza" masiva son una contradicción si se quiere tener un ecosistema sano y maduro, además de ser una medida cara y con una eficacia limitada más allá de en ciertas bandas de protección. Tampoco las propuestas de la patronal papelera (ENCE) de explotar masivamente los bosques y aprovechar toda la biomasa para generar electricidad son una solución total y adecuada para Ecologistas en Acción, porque si hablamos de bosques maduros, toda la biomasa cumple una función ecológica.
A menudo son las enormes plantaciones forestales de pinares y eucaliptales, que difícilmente se pueden considerar bosques, las responsables en última instancia tanto del empobrecimiento biológico del monte como de la propagación rápida de los incendios. No obstante todo ello, es cierto que las centrales de biomasa, pequeñas y en lugares concretos, pueden ser una interesante fuente de energía limpia (aprovechando también restos de la agricultura, por ejemplo).
Pero la economía de muchas comarcas también depende del turismo vinculado a la naturaleza, así que un incendio que destruya un paisaje también puede arruinar económicamente pueblos enteros por el descenso del turismo. Podría ser el caso de las poblaciones situadas alrededor de los parques nacionales. Así, las llamas quemaron este verano 426 hectáreas en Doñana, 300 en Cabañeros y 900 en Garajonay, de las cuales 100 de bosque maduro insustituible.
Asimismo, por otro lado, otros servicios que se pierden con los incendios, y que repercuten directamente en factores económicos, son la formación y captación de humedad que ayuda a generar lluvias, favorece la depuración del aire y la generación de oxígeno, la formación y mantenimiento de suelo fértil, etc.
Pero los bosques son mucho más que servicios económicamente valiosos para la sociedad. Son ecosistemas complejos que desarrollan funciones fundamentales aunque no tengan un valor de mercado: regulación climática, fotosíntesis, hogar y alimento para cientos de especies, además de mejorar la calidad de vida da la población de su alrededor, o permitir lugares para el esparcimiento, el ocio y el deporte sano.
Por tanto, cuando se quema un bosque, se pierde mucho más que lo que se ve a primera vista: los árboles.
Teniendo en cuenta la complejidad y multifacetismo de los bosques, las soluciones a los incendios basadas en la "limpieza" masiva son una contradicción si se quiere tener un ecosistema sano y maduro, además de ser una medida cara y con una eficacia limitada más allá de en ciertas bandas de protección. Tampoco las propuestas de la patronal papelera (ENCE) de explotar masivamente los bosques y aprovechar toda la biomasa para generar electricidad son una solución total y adecuada para Ecologistas en Acción, porque si hablamos de bosques maduros, toda la biomasa cumple una función ecológica.
A menudo son las enormes plantaciones forestales de pinares y eucaliptales, que difícilmente se pueden considerar bosques, las responsables en última instancia tanto del empobrecimiento biológico del monte como de la propagación rápida de los incendios. No obstante todo ello, es cierto que las centrales de biomasa, pequeñas y en lugares concretos, pueden ser una interesante fuente de energía limpia (aprovechando también restos de la agricultura, por ejemplo).