Ismael Diadié (a la izquierda) con un copista / Imágenes cedidas por Manuel Raso y Manuel Pimentel
En medio de la ciudad de Tombuctú, al norte de Malí, se alza una casa de color salmón y líneas simples que en la última década ha guardado dentro un trozo de la historia de España. La que escribió y reunió la familia Kati: alrededor de 3.000 manuscritos del siglo XII en adelante entre los que hay desde tratados de ciencia a relatos sobre el exilio en África de decenas de escritores andalusíes. La entrada de los islamistas en marzo pasado ha causado ya estragos en las principales mezquitas de la ciudad y edificios religiosos, así como en tumbas y mausoleos considerados patrimonio mundial por la Unesco.
La biblioteca que gestiona el fondo Kati se llama en realidad José Ángel Valente. La familia dueña de los textos lo quiso así en reconocimiento del apoyo que prestó el poeta gallego a la reunificación y conservación de estos documentos. Valente fue el impulsor de un manifiesto publicado en febrero de 2000 y suscrito, entre otros, por José Saramago, Antonio Muñoz Molina y Juan Goytisolo, para pedir la salvación del fondo. El poeta falleció ese mismo año sin ver el fruto de su empeño, que sí se hizo realidad dos años después, cuando la Junta de Andalucía se sumó al proyecto dándole a la familia Kati lo que necesitaba: un edificio donde, por fin, ordenar y conservar los históricos manuscritos.
Los expertos discrepan sobre el valor del fondo Kati, pero coinciden en que deben conservarse lo mejor posible. “De los 3.000 documentos, la mayoría son hojas sueltas, ni libros”, apunta el escritor e investigador Manuel Villar Raso, que ha viajado en más de veinte ocasiones a Tombuctú y conoció de cerca la historia de la biblioteca. “Yo he visto otras bibliotecas en los alrededores de Tombuctú que son iguales o más importantes. Pero no tienen un edificio como el que le hizo a esta la Junta”, advierte.
Los manuscritos del fondo Kati estuvieron enterrados en aldeas de Malí hasta finales de los noventa
Los manuscritos del fondo Kati estuvieron enterrados en aldeas de Malí hasta finales de los noventa
Esa casa salmón de dos plantas con la arena en la puerta pasaría desapercibida en más de un pueblo de la costa andaluza. Pero en Tombuctú es una construcción de primera categoría. Para Villar Raso, “el mejor edificio de la zona”. Para el exministro Manuel Pimentel, que guarda estrechos lazos con este proyecto, es “un buen edificio que aquí sería humilde”. “No creo que ninguna biblioteca de pueblo de España sea tan humilde. Pero para Tombuctú es de clase media alta” afirma Pimentel, que en 2004 publicó el libro Los otros españoles. Los manuscritos de Tombuctú: andalusíes en el Níger, firmado con Ismael Diadié, heredero de los Kati e impulsor definitivo del proyecto de la biblioteca.
Fueron Diadié y su padre quienes, en los años noventa, se propusieron rescatar el legado familiar. Se sabían descendientes de Alí ben Ziryab al Kuti, originario de Toledo que abandonó la ciudad en mayo de 1468. Tras pasar por Andalucía, llegó a Tombuctú llevando consigo los primeros manuscritos de lo que, con los siglos, papel a papel, se convertiría en una ingente memoria escrita de la familia. Desde autobiografías a documentos notariales, transmisiones hereditarias y actas de matrimonio. Cada generación conservó y alimentó la biblioteca con sus propios libros, pero durante el siglo XIX, ante el temor de que la inestabilidad en la zona pusiese en peligro el legado, los fondos se distribuyeron entre miembros dispersos del clan. La mayoría de los manuscritos quedaron ocultos, enterrados en el desierto en aldeas a las afueras de Tombuctú. Los escondieron tan bien, que, durante los años del colonialismo, los franceses los buscaron con mucho interés y poco éxito, hasta el punto de que llegaron a pensar que aquella historia de papeles ocultos bajo la arena era un mito. El Dorado de Tombuctú.
Cuando Ismael Diadié y su padre se propusieron volver a sacar a la luz los fondos tuvieron que recorrer aldea por aldea, preguntar a los parientes lejanos y próximos hasta reunir la mayoría de los manuscritos. Algunos se perdieron y, entre los encontrados, muchos habían resultado dañados por insectos, incendios, inundaciones o una mano humana descuidada. Aun así, lograron salvar 3.000 documentos del siglo XII al XIX, la mayoría escritos en árabe, hebreo y castellano aljamiado (con caracteres árabes).
Según la memoria que redactó la Junta de Andalucía cuando se decidió a participar en el proyecto, de esos 3.000 manuscritos que componen la biblioteca, alrededor de 300 son de autores andaluces, 100 de renegados cristianos, 60 de comerciantes judíos y el resto de temática árabe variada. Hay textos de religión, ciencia, economía, matemáticas, medicina, filosofía o derecho. Y mucha historia condensada. Los escritores que firmaron aquel manifiesto que promovió Valente destacaron que en este fondo se pueden estudiar las migraciones judaicas a finales del siglo XV y comienzos del XVI, la penetración del islam en España, el destino de centenares de familias visigodas tras la caída del reino de Toledo, el exilio en África de miles de escritores andalusíes o la participación de los moriscos y renegados cristianos en los ejércitos de Al Mansur que conquistaron el Imperio de Songhay.
Para Manuel Pimentel, uno de los principales valores de la biblioteca es el camino hecho generación a generación. “Es un fondo realmente importante. Podríamos considerarla como la biblioteca colombina del desierto, se ha ido haciendo durante siglos”, afirma.
La Junta invirtió 120.000 euros para construir un edificio en el que pudieran conservarse los textos
La Junta invirtió 120.000 euros para construir un edificio en el que pudieran conservarse los textos
El escritor Villar Raso siempre ha sido menos entusiasta con la colección. Cuenta que a finales de 2002, cuando ya estaba terminada, el entonces consejero de Relaciones Institucionales, Juan Ortega, del Partido Andalucista, llevó a un grupo de investigadores para enseñarles el proyecto. Él viajaba en esa expedición. “Ortega me preguntó qué me parecía”, recuerda. “Yo le dije que antes de hacer el edificio tenía que haberse informado del valor de los fondos. Pero se fiaron de lo que les contó Ismael [Diadié]”. La Junta invirtió 120.000 euros para levantar el edificio en un solar cedido por la familia Kati. Andalucía lo impulsó como un proyecto de cooperación: “Una gota de agua en un mar de necesidades”, señalan los informes de la época, en los que se argumentaba que la construcción de la biblioteca podía suponer una “caja de resonancia” que impulsara el interés por la zona.
El acuerdo pasaba también por digitalizar todos los manuscritos que interesaran a la Junta y guardar una copia en la sede de Almería del Centro de Estudios Andaluces, aunque esta parte del proyecto sigue a medias. En realidad, cuando el Partido Andalucista salió del Gobierno, tras las elecciones de 2004 que devolvieron la mayoría absoluta al PSOE, la relación institucional con los Kati se enfrió.
Pese a su opinión templada sobre el valor de estos documentos, Villar Raso admite que el fondo guarda algunos libros realmente valiosos. Él destaca tres, con los que coinciden casi todos los expertos y que ya fueron resaltados por un informe realizado por el Ministerio de Cultura durante el Gobierno popular de José María Aznar.
El primero de ellos es el Tarik-El-Fettash, un texto del siglo XV conocido como la primera historia de África contada por africanos. José Ortega y Gasset solía referirse a él como “un libro que todo el mundo debería leer”. La escribió un antepasado de los Kati de hoy y existen otras copias de este libro, que se reedita periódicamente, pero algunos expertos que han podido consultar el ejemplar que guarda la familia aseguran que tiene una peculiaridad.
Por alguna razón, en las reediciones posteriores se han eliminado todas las referencias a los andalusíes, que suman varias páginas de las que carece, incluso, el ejemplar que hay en la biblioteca Ahmed Babá, creada por iniciativa de la Unesco en 1973 y donde se conservan casi 20.000 manuscritos.
La biblioteca guarda la primera historia de África contada por africanos. Ortega y gasset lo recomendaba
La biblioteca guarda la primera historia de África contada por africanos. Ortega y gasset lo recomendaba