Cuando el gobierno estadunidense y anticastristas de Miami denunciaron la breve detención de opositores por las autoridades cubanas en vísperas de la visita del papa Benedicto XVI a la isla, no mencionaron que esos disidentes, como una amplia gama de la oposición política dentro de la isla, son apoyados y en muchos casos financiados -en violación a las leyes de Cuba- por Washington y las organizaciones anticastristas en Miami, cuyo propósito anunciado es el cambio de régimen.
Por ello, las expresiones sobre Cuba provenientes desde Washington y Miami en torno a la visita del pontífice a Cuba, el lunes y el martes de la semana próxima, tienen un filo más peligroso de lo que a primera vista parece.
Miami siempre quiere un conflicto entre la Iglesia católica y el Estado en Cuba. No les conviene a los de la línea dura en Miami que exista algún grado de relaciones armoniosas entre la Iglesia y el Estado, comentó el embajador Wayne Smith, experto de relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Cuba, en entrevista con La Jornada.
Smith, quien fue jefe de la Sección de Intereses del gobierno estadunidense en La Habana durante la presidencia de Jimmy Carter, y ahora es analista del Centro de Políticas Internacionales en Washington, comentó que el gobierno de Estados Unidos también querría que la Iglesia optara por una línea más dura contra el régimen en Cuba, que hubiera mayor confrontación, pero la Iglesia no hará eso.
Las relaciones de cooperación desarrolladas entre la Iglesia católica, encabezada por el cardenal Jaime Ortega, y el régimen cubano no han complacido a las fuerzas más conservadoras de Miami, al igual en algunos sectores de Washington, empezando con la oposición oficial de la Iglesia cubana contra el epicentro de la política estadunidense: el embargo estadunidense contra la isla.
Esta semana, el Vaticano reiteró que su posición sobre el bloqueo no es un misterio, y ello fue expresado por el papa Juan Pablo II durante su viaje histórico a Cuba en 1998, y que no sorprenderá si el actual pontífice, Benedicto XVI, lo repita, junto con llamados por mayor libertad religiosa, reporto Catholic News Service.
Por ello, figuras influyentes del exilio como la diputada Ileana Ros-Lehtinen -ahora presidenta del Comité de Asuntos Exteriores-, el senador Marco Rubio y otros legisladores y políticos cubano-estadunidenses inicialmente se opusieron al viaje afirmando que la visita del Papa sólo sirve los propósitos del régimen en La Habana, y han criticado el acomodo de la Iglesia con el régimen cubano
Ahora que el Vaticano no les hizo caso, instan a que la visita sea usada para denunciar al “régimen”. Un par de incidentes recientes en que las autoridades cubanas detuvieron a integrantes de agrupaciones disidentes fueron utilizadas por figuras anticastristas en Miami y políticos en Washington para repetir sus condenas (a pesar de que en uno de los casos, fue la misma Iglesia católica la que pidió la expulsión de un grupo de un templo, con el arzobispo que afirmaba que nadie tiene el derecho de convertir templos en barricadas políticas y afectar la celebración de la llegada del Papa).
Ros-Lehtinen declaró ante la Cámara de Representantes, esta semana, que “poco se ha dicho sobre la escalada de violencia contra la oposición interna de Cuba… pero hay una oportunidad para corregir esto” al denunciarlo y llamar a que Benedicto XVI apoye públicamente las “aspiraciones del pueblo cubano, esclavizado e impedido de ejercer sus derechos otorgados por Dios”.
En Miami, Ninoska Pérez, directora del Consejo de Libertad Cubana y voz prominente del anticastrismo, afirmó que esperaba más protestas antes y durante la visita del Papa a Cuba.
En Washington, un vocero del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca declaró a los medios que “la detención de miembros de las Damas de Blanco… en vísperas de la vista del papa Benedicto subraya el desdén de las autoridades cubanas a los derechos universales del pueblo cubano”.
Por su parte, el Departamento de Estado denunció que la detención era una violación reprensible e instó al Papa a abordar los derechos humanos en su intercambio con el gobierno cubano.
El New York Times, en un editorial, opinó que el Papa tiene que presionar al líder cubano para detener el hostigamiento contra los disidentes y decirle que el mundo no se ha olvidado del anhelo por la libertad del pueblo cubano.
Pero como casi siempre es el caso, lo que casi nunca se dice es que estos grupos disidentes reciben apoyo de Estados Unidos. El año pasado, el Departamento de Estado otorgó su Premio de Defensores de Derechos Humanos a las Damas en Blanco, mientras que funcionarios de su Sección de Intereses se han reunido con ellas. Millones de dólares han sido canalizados hacia los grupos que buscan un cambio de régimen.
Es casi imposible saber cuáles grupos en la isla caribeña reciben dinero por la falta de transparencia en el envío de fondos y otras ayudas estadunidenses a diversas agrupaciones en Cuba, con la mayor parte canalizada por organizaciones en Miami entre otros.
La Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID) reparte la mayor parte de los fondos estadunidenses de apoyo a las organizaciones anticastristas dentro y fuera de la isla caribeña, y explícitamente afirma que al llegar a la comunidad disidente, el programa de la agencia internacional contribuye al desarrollo de grupos independientes de la sociedad civil que finalmente pueden hacer contribuciones significativas a nivel local y nacional.
Para los años fiscales de 2009 y 2010 el Congreso destinó 35 millones de dólares para programas relacionados con Cuba (23 millones fueron manejados por la USAID), reportó la dependencia.
Para los llamados programas de promoción de la democracia establecidos por la Ley Helms Burton, el gobierno de Estados Unidos ha distribuido más de 150 millones, de dólares reporta el Cuba Money Project, que se dedica a monitorear esa asistencia oficial.
Toda asistencia económica extranjera para las agrupaciones disidentes dentro de la isla, como toda operación extranjera que interviene en asuntos domésticos, viola las leyes nacionales de Cuba. Julia Sweig, directora de estudios latinoamericanos del influyente Consejo de Relaciones Exteriores, comentó recientemente que los llamados programas de democracia para Cuba del gobierno estadunidense son una provocación extraordinaria ya que continúan con el mismo objetivo heredado del gobierno anterior (del republicano George W. Bush): el concepto de cambio de régimen, y bajo el presidente Obama, permanecen en gran medida intactos.
Explicó que los programas son ocultados al público estadunidense a propósito; no hay información pública sobre los subcontratistas privados para estos programas en Estados Unidos y en otras partes, y que hasta algunas agrupaciones o individuos que viven en Cuba a veces ni saben que son parte de los programas estadunidenses.
Los programas de democracia (para Cuba) han sido deliberadamente politizados para provocar, y han tenido éxito en provocar, añadió Julia Sweig. En la coyuntura de la visita del Papa a Cuba, todo indica que el objetivo desde Washington y Miami es justo eso, provocar.
Articulo de David Brooks en La Jornada.
Fotografias Diaz Pereira